lunes, 8 de junio de 2009

Modernos desafíos para la minería moderna.

La mayoría de las empresas mineras hoy asumen que las relaciones con la comunidad son parte importante de la gestión del riesgo. Atrás quedaron los años en que una compañía minera se limitaba a auspiciar alguna actividad cultural y a donar computadores dados de baja a la escuela local. Hoy lo puede seguir haciendo, pero claramente ya no es suficiente. Por una parte, el alto precio del cobre y otros metales, ha generado una mayor expectativa frente al aporte que las empresas hacen en su región y en las localidades donde se encuentran. Adicionalmente, el concepto de la responsabilidad social ha emigrado desde “lo que es bueno hacer” (filantropía) a “lo que es impensable dejar de hacer” (gestión de impactos). A la comunidad no le preocupa si una actividad productiva obtiene ganancias, sino la forma en que las genera: que no sea afectando la calidad de vida de las presentes y futuras generaciones.

Si bien las compañías mineras se esfuerzan por destacar su indesmentible aporte a la economía nacional, la opinión pública ha tomado creciente conocimiento de sus considerables impactos ambientales y sociales. El alto consumo de agua y de energía, la contaminación atmosférica, la alteración de ecosistemas frágiles tales como glaciares y bofedales, la relación con sus trabajadores y contratistas, la tensión con comunidades rurales e indígenas, son todos temas que han merecido la atención no sólo a nivel local, sino también en el contexto nacional e internacional.Por otra parte, la competencia por el recurso agua con comunidades originarias o de pequeños campesinos, accidentes asociados a camiones que trasladan insumos para la minería, y el enorme pasivo ambiental que constituyen tranques de relave en desuso, también han sido frecuentemente destacados como temas relevantes por la prensa y por las autoridades.

A menudo, las compañías mineras aspiran a ganar su “licencia para operar” frente a las comunidades locales anunciando la creación de fuentes de trabajo. Sin embargo, ello produce expectativas que, por lo general, se transforman en frustración y resentimiento: los empleos que requiere la minería moderna necesita capacidades habitualmente muy lejanas a las existentes en las comunidades locales. Afortunadamente, algunas compañías han querido avanzar en sistemas de evaluación que les permita identificar y comprender los impactos positivos y negativos en los ámbitos económicos, sociales y ambientales asociados a las operaciones y que afectan a sus actores relevantes.

Para ello, han incorporado a su quehacer el innovador aporte de las ciencias sociales con el objeto de facilitar la toma de decisiones sobre lo que es urgente resolver y lo que puede esperar. La metodología SEAT (Socio- Economic Assessment Toolbox) de Anglo American es un buen ejemplo de lo anterior, reconocida en instancias como el Banco Mundial como la mejor práctica del sector minero para este fin. En otras palabras, la relación con la comunidad local ya no es un asunto de hacer algunas donaciones y ponerse a rezar. Más bien es parte indispensable de la gestión moderna de las empresas.

Ximena Abogabir S.
Presidenta Fundación Casa de la Paz

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